lunes, 5 de octubre de 2009

ANDROMANA (UN MITO DE TODOS LOS DIAS)


Esta tarde se impregna en la atmosfera un olor a pena,
a nostalgia; como cuando la soledad de la noche
te sorprende ansiando algo sincero;
como cuando un perro aulla en lo oscuro y nadie lo acude.
Hoy es un dia triste, porque el telefono no timbro como yo esperaba
y el sol precipito el ocaso. Pero ahora que me recoste aqui,
porque la tristeza no se siente tanto cuando uno esta en el suelo; 
encontre, bajo la cama, el pendiente que extravié
la ultima vez que estuvimos juntos y prometimos que seria la ultima. 
Cuando nos amamos, con tal pasion, como para no olvidarnos el uno del otro en las proximas siete vidas. Tambien olvidaba que, aqui, habia ocultado la llave de tu coche la vez que la hurte, a tientas, de tu pantalon y logre retenerte a pasar la primera noche conmigo,
hasta que por la mañana tuviste que madrugar para traer el duplicado. 
Con el rostro pegado en este rincon
y escuchando nuestra cancion hasta puedo sentir tu olor,
nuestros cuerpos impregnando su delirio en la alfombra.
Y asi, la tarde no se hace tan triste, porque aqui abajo,
tus recuerdos tranquilizan la nostalgia.
Hoy, despues de tanto tiempo, me he servido una copa de vino tinto,
al ver la mancha que dejo el que derrame bajo la pata del velador;
la vez que dijiste que te casarias con ella, que eramos muy diferentes
y que tarde o temprano esas diferencias acabarian separandonos.
Como callé en esa oportunidad, es que no me diste tiempo
para prepararme. Como callé a los dos meses,
cuando volviste y prometimos que seria la ultima.
Ahora te diría, que es normal,
que no habia que sentirse culpable, porque siempre pasa,
todos lo hacen, hasta las recaidas lo hacen, cada vez mas distantes. 
Hoy bebo mi copa,
con nuestra cancion de fondo y quiero olvidar;
como quiero parar de imaginar que volveras,
que no callaré entonces, y que habra una nueva promesa
-pero no puedo, pero no!- la tarde sigue entristeciendo
y como me encantaría que la persona que abre,
ahora, la puerta y dice: hola, amor, que haces ahí?,
y en ves de ser él, seas por siempre tú.
MARIANGELA ORTIZ